Para hablar de la literatura escandinava hay que decidir antes, de una forma o de otra, a qué llamamos Escandinavia. Y, atendiendo más a factores lingüísticos y culturales comunes que a criterios geopolíticos, podríamos incluir en el término a Dinamarca, Suecia y Noruega, con su pasado vikingo y sus idiomas de raíz germánica. Habría también que añadir a Islandia, apartada en el espacio pero dentro de la misma tradición, por la ineludible trascendencia literaria de sus sagas medievales.
La feroz y apasionante épica nórdica
Se quejaba Jorge Luis Borges de que, en la historia de las letras, nadie le hiciera mucho caso a la fuerza de la literatura escandinava medieval que anticipó el género novelesco. Lo mismo ocurría, según el argentino, con la llegada a América de los vikingos, arrinconada en los márgenes de los libros de historia como si al resto del mundo no le importasen gran cosa los logros de aquella gente del norte.
De sus creaciones, sin embargo, ha bebido toda una heterogénea multitud de autores, desde Tolkien hasta Stan Lee (sí, el de los superhéroes de Marvel) o el citado Borges. Y lo ha podido hacer, en buena medida, porque esa inspiradora y asombrosa mitología del frío fue recopilada hacia el siglo XIII en la llamada Edda poética, cuyas leyendas hablan de Loki, de Hymir, de los Nibelungos y de tantos otros nombres extraordinariamente evocadores. Pero existió además una Edda en prosa, escrita por el erudito Snorri Sturluson: algo así como una guía para aprendices de poeta que, allá por 1220, desconocían la cosmogonía y las viejas deidades nórdicas.
Diferentes de las leyendas y las mitologías son las célebres sagas compuestas en Islandia en los siglos XIII y XIV. Se trata ya de verdaderas narraciones que mezclan ficción con hechos reales sucedidos en tiempos pasados, y de esa dimensión histórica dan fe relatos como el de Erik el Rojo, cuya llegada al continente americano ha podido ser confirmada por los estudiosos.
Las sagas nórdicas parecen responder a un gusto peculiar de los pobladores de la gélida Islandia, colonizada por los vikingos ya en el siglo IX, por contar y escuchar viejas historias. Los especialistas discuten si su origen es más bien oral o se trata de obras claramente individuales, pero la potencia de su narrativa no se pone en duda: tienen dramatismo, traiciones y batallas; tienen héroes, amor y muerte. Tienen la verdad de la historia y la verdad de la imaginación confluyendo para dar forma a una de las piedras angulares de la literatura medieval europea.
La literatura escandinava alcanza la Edad Contemporánea
Cuando las sagas fueron escritas ya hacía tiempo que Escandinavia había adoptado el cristianismo y el alfabeto latino, y durante los siglos siguientes se irían consolidando lentamente la lengua y la identidad de cada territorio. Las letras en sueco, por ejemplo, solo adquirirían impulso a partir del siglo XVI, y producirían después figuras como Olof von Dalin, pionero en muchos sentidos. En el caso de Noruega, esa travesía de centurias resultaría más bien gris hasta llegar al XIX, cuando el aliento nacionalista y el rescate de la tradición dan fuerzas renovadas a la literatura en los países nórdicos, al igual que en otras partes de la vieja Europa.
Dinamarca ofrecerá entonces al mundo la labor de Hans Christian Andersen como creador y recuperador de maravillosos cuentos infantiles, y también la obra de Søren Kierkegaard, que además de contener su pensamiento filosófico ejercerá una notable influencia en no pocos literatos del siglo siguiente. En Suecia, el torturado dramaturgo August Strindberg emerge como figura del teatro escandinavo y como precursor de lo que, varias décadas después de su muerte, se conocerá como teatro del absurdo. Selma Lagerlöf, autora de El maravilloso viaje de Nils Holgersson, adquiere fama mundial y llegará a ser la primera mujer ganadora del Nobel de Literatura.
También Noruega produce un autor de teatro excepcional, Henrik Ibsen, cuya audacia y modernidad permitirán que sus obras atraviesen más de cien años sin perder vigencia. Y del XIX es igualmente Hambre, la novela de Knut Hamsun que, junto al resto de su obra, le valdrá al polémico escritor el premio de la Academia Sueca en 1920.
El Nobel y lo que vino después
Y es que no hay que perder de vista, en lo que a la literatura escandinava se refiere, que el premio más prestigioso de las letras universales es sueco. La distinción dispuesta por Alfred Nobel empezó a otorgarse con el arranque del siglo XX, y parece haber acumulado desde entonces una cantidad equivalente de aciertos y desatinos. En cualquier caso, tanto Noruega y Dinamarca como Islandia y, por supuesto, Suecia, tienen autores entre los premiados que no necesariamente coinciden con los más destacados de su tiempo.
Karen Blixen, sin embargo, se quedó sin premio porque el jurado temió en su día dar la impresión de favorecer demasiado a los escritores nórdicos. Pero con Nobel o sin él, la literatura escandinava no ha estado falta de nombres propios durante el último centenar largo de años, desde el danés Sven Hassel hasta la popularísima sueca Astrid Lindgren. Hay obras que han ganado el prestigio de los críticos, como Doctor Glas de Hjalmar Söderberg, Los emigrantes de Vilhelm Moberg o Verano español de Nordahl Grieg. Y también, en tiempos más recientes, arrolladores éxitos de ventas como El mundo de Sofía de Jostein Gaarder o El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson.
Por otro lado, El seductor de Jan Kjærstad ha merecido los elogios entusiastas de Paul Auster, y Dag Solstad aparece entre las voces literarias más interesantes del panorama nórdico en la segunda mitad del XX. Noruego como ellos es Jon Fosse, cuyo nombre figura con frecuencia entre los candidatos al inevitable Nobel. Pero también ha dado ese país la figura heterodoxa y singularísima de Thor Heyerdahl, que se hizo una celebridad gracias a la epopeya de la Kon-Tiki y, a caballo entre la literatura de viajes y los libros de aventuras, fascinó al mundo entero con sus exitosos desafíos a la historia oficial.
Sagas policíacas: la última explosión
De cualquier forma, si durante las últimas décadas se ha dado un fenómeno característico en la producción editorial escandinava es el de la novela negra. Y los estudiosos exponen sus teorías para tratar de explicar, sin mucho éxito, por qué de los países nórdicos, especialmente Suecia, llegan las historias de crímenes e investigadores más abundantes y vendidas en todo el mundo.
Partiendo de pioneros del género como Maj Sjöwall y Per Wahlöö, autores como Henning Mankell, Karin Fossum o Jo Nesbø se han convertido en algunos de los más exitosos representantes de la tendencia, y Mankell, en particular, ha alcanzado elevadas cifras de ventas con su serie protagonizada por Kurt Wallander. Aunque nadie ha vendido más que Stieg Larsson, cuya trilogía Millennium dinamitó el mercado editorial a nivel planetario después de la repentina y prematura muerte del escritor.
Entre las sagas medievales escandinavas más importantes está la Saga de los Volsungos (Völsunga Saga), que no mencionaron. Tampoco mencionaron al escritor islandés Halldor Laxness, ganador del Premio Nobel. La novela Gente independiente, de Laxness, es fascinante. De los autores actuales, hay que mencionar al noruego Roy Jacobsen, autor de una bellísima y conmovedora novela, muy exitosa: El despertar. Por último, habría que mencionar al islandés Jón Kalman Stefánsson, autor de La tristeza de los ángeles. Saludos.